CAPÍTULO 21. Ya en casa después de un largo viaje de tres días fantásticos de mucho aprendizaje sobre lo sencillo de la vida para ser feliz, viviendo el presente, pero sin olvidar el pasado. Salí a caminar por las calles de mi barrio, en estos días tan fríos, las veredas adornadas por las hojas de los árboles duermen en el suelo, me recordó mi joven amigo. No sé si fue magia o si mi pensamiento lo trajo, pero al levantar los ojos me lo encuentro parado en la vereda de enfrente, saludándome feliz por volver a reencontrarnos - ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido? – pregunté esperando una respuesta corta. Él levantó la mirada, suspiro como si el aire le faltara, dijo: - Caminé por un lugar hermoso de casitas muy pequeñas, conocí personas peculiares que me invitaron almorzar, me contaron de sus vidas, de sus abuelos, nietos y amigos. - ¿Le contaste de tu viaje? – pregunté. - No – respondió-Solo los escuché necesitaban hablar, que alguien los escuché y rían con sus historias. Lo miré, y comprendí en ese momento, que este joven de cara pálida y tersa, me estaba enseñando que a veces solo necesitamos que nos escuchen un rato. Lo miré y pregunté: - ¿Qué vas hacer más tarde? ¿Quiere pasar a mi casa?, va estar muy fría la noche. - Encantado – respondió. - ¿Y mañana que tienes pensado hacer? -volví a preguntar. Me miró, haciendo una leve mueca ,sonrisa y respondió. - Mañana al salir el sol veré cosas maravillosas y mis pasos me guiarán a una nueva aventura. ¿Me acompañas? – preguntó. Y aquí estoy preparándome para otro viaje de carretera con mi joven príncipe. ¿Qué nos tendrá preparado el destino?, espero que sean buenas y mágicas aventuras. Ya en el camino, mucho tráfico a pesar del frío, a lo lejos se divisa un bulto, al acercarnos un hombre de larga cabellera, con una guitarra a cuesta, como único de equipaje. - Buen día, buen hombre, vamos en la misma dirección, si quiere lo acercamos. Me miró fijamente como pensando que responder, y dijo: - Pú ama (buen día) –¡Cómo no!Aguyje (gracias). Mi joven amigo no decía nada, lo que era sorprendente, porque acostumbraba a preguntar todo. Al cabo de unos kilómetros de largo silencio, surgió lo esperado. - ¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Hacia dónde te diriges? ¿Tienes familia? Todo ese cuestionario de una sola vez salió de su boca, rompiendo el silencio. - ¡Basta!, vas asustar a este pobre hombre- dije. Por el espejo retrovisor me encontré con la mirada de nuestro nuevo pasajero, que tranquilamente respondió: - No tengo familia-dijo- Me llamo Federico, soy músico chamamecero, recorro el taragüi (pueblo) y en una época, mi amigo, fui muy famoso. – Exclamó. El joven príncipe preguntó: - ¿Músico? ¿Famoso? ¿Cómo es eso? - Tocaba en un conjunto y visitábamos todos los pueblos alegrando con mi música, con los años fui perdiendo a mis compañeros y quedé solo. – dijo melancólico. Ahora me dedico a caminar por estos caminos viejos llenos de historias y polvo para cantar y conocer nuevos lugares. Visito las escuelas para que los niños del sur disfruten de esta música desconocida para muchos; a la vez me lleno el alma con sus travesuras escuchando anécdotas y aprendiendo de ellas. Por un instante nuestro acompañante quedó en silencio y miro fijamente al joven príncipe, con una voz pausada susurró. - Nde resakuéba omimbi kuarahýicha (tus ojos brillan como el sol). Nos quedamos asombrado por tan bello lenguaje y sonreímos los tres. Nos aferramos a la carretera fría, larga y con un paisaje tenue al caer la tarde llenando nuestros oídos de historias compartidas de este músico correntino lleno de nostalgias y recuerdos. ALUMNO: Mario Benjamin Bianchini. MAESTRA: Azucena Santoro. CURSO: 6to B. INSTITUTO SAN MARTIN. GOYA CORRIENTES. 01/07/2021.