Desde la perspectiva de la psicología social, el concepto de salud al que mejor se ajusta esta realidad es el de adaptación activa a la realidad. Adaptación como movilidad de las estructuras, adaptación como sinónimo de “giro dialéctico” adaptación como sinónimo de hacer una lectura reflexiva de la realidad y generar proyectos nuevos que nos permitan seguir construyendo aprendizajes originales que promuevan la modificación creativa.
La salud, desde el punto de vista psicosocial tiene esta premisa: el que se adapta activamente es un sujeto sano, sin embargo, el sujeto que no logra adaptarse activamente a la realidad se estereotipa, se enferma. Esta pandemia que se viene extendiendo desde principios del 2020 hasta la fecha, nos ha dejado muchas experiencias que ratifican esta mirada.
Las instituciones también enferman, las instituciones están formadas por personas y estas personas que dinamizan la vida institucional son las que generan los cambios adaptativos o se quedan esperando que la realidad “vuelva a ser la de antes”, si ocurre lo primero nos encontramos con experiencias de superación, historias de éxitos compartidos, miradas por encima “del barbijo” que brillan con la satisfacción del deber cumplido pero y por sobre todo con la felicidad de haber aprehendido. Si ocurre lo segundo, nos encontramos con escenarios desbastados, tristes, en los que el único ruido es la queja de aquel “todo lo viejo fue mejor…”
El aprendizaje es salud, ante la situación de aprender las personas tenemos la oportunidad de prevenir no sólo enfermedades a nivel físico, sino que a partir del aprendizaje podemos “llegar antes” en todos aquellos males que nos aquejan socialmente: adicciones, violencia, discriminación, segregación, y cuántos mas que podríamos seguir mencionando.
Pensar hoy en el aprendizaje en la escuela es para nosotros un apasionante desafío que nos interpela, que nos permite evaluar constantemente lo que proponemos como docentes. Nos interpela en cuanto al protagonismo que queremos tener en el cambio social planificado que se deviene; ya no es el nuestro un rol de enseñanza, hoy hablamos de enseñaje, una construcción en la que todos aprendemos y todos enseñamos sin dejar de lado el rol del adulto responsable, del aula, de la escuela, de la sociedad. La escuela no es ni debe ser un espacio más, debe ser el lugar por excelencia en el que los estudiantes encuentren herramientas para poder continuar en su vida cotidiana creciendo, “enriqueciendo su identidad”, asumiendo la perdida de lo conocido y enfrentado la novedad de lo nuevo, en definitiva enseñamos para la vida, mostramos para que puedan operar en la realidad y transformarla objetivamente a partir de las necesidades y emergentes que ellos mismos logren percibir.
El aprendizaje reconoce un posicionamiento crítico del sujeto y apela a su capacidad transformadora, es una producción colectiva, social, nadie aprende sin un otro. “El aprendizaje es la apropiación instrumental de la realidad para transformarla” y en esto radica fundamentalmente nuestra tarea, en instrumentar “dar herramientas” a nuestros estudiantes para el mejoramiento de ellos mismos, de la sociedad, de la realidad.
Laura Itati Gómez Referente del Programa
Parlamento Juvenil del Mercosur
Licenciada en Ed. Sec.
Técnica en P.S MP041